jueves, 12 de febrero de 2009

A una compañera eterna....

Te miro ahora y estás ahí, altiva insaciable, de luz llena con corazón radiante.
Mirando tranquila, al tiempo y su destino, al humano y a su olvido,
sus pasiones, sus metas, sus dolores, sus crímenes, sus angustias
y sus llantos, todos van a ti, todos pasan por tu canto, como rayos nunca enviados, como rezos no cantados.
Te veo ahora y recuerdo todos mis momentos a tu lado, los felices y los lamentos, las penurias y los tormentos.... pero ahora estás ahí altiva y lejana solitaria como siempre, acompañada por los murmullos que tu belleza inspira haciéndome botar palabras sin sentido, oraciones sin unión, gestos sin espíritu y recuerdos sin sabor, todos al aire al viento mismo, al instante eterno que comprende un segundo, un momento, un eterno recuerdo en la mente de un animal como yo.
Ahora vaga y fría la que otrora riendo se lucía, en el aire cálido del día o en la noche clara por tu guía.
Ahora luces pálida y gloriosa, lejana y furtiva y mis pensamientos se proyectan en tus mejillas de nácar, como se proyectaría un beso en la frente pura de una infanta.
De tu nobleza no me cabe duda, y de tu belleza tampoco, cada adjetivo es corto cuando te miro a los ojos, oscuros como la noche y puros, sin reproche cada palabra devuelves como el espejo mismo de mi anima.
Gracias a esta noche por tu brillo, por esta y las siguientes noches, por esta y las pasadas, por estas nunca imaginadas pero siempre disfrutadas.

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